19 de marzo de 2024

IX Estación: Jesús cae por tercera vez

Señor, caído por tercera vez  me recuerdas a tu esposa -mi madre- la Iglesia. A lo largo de los siglos, ha sentido todas las estaciones, ha caído muchas veces y, sin embargo, siempre se ha levantado.  

Su amor resurgía en las caídas, se levantaba una y otra vez para ser limpiada por ti y aparecer ante el mundo como una novia embellecida. Señor, perdona a tu pueblo, perdona nuestras caídas numerosas. Nosotros hemos afeado a nuestra Iglesia con nuestros pecados y caídas y ella siempre nos recoge como madre buena, capaz de albergar en su seno a santos y pecadores, como madre que acoge entre sus brazos a los caídos. Te sientes más débil que la misma debilidad, más pobre que la pobreza. Y caes por tercera vez en el camino de la vida. Tú, Señor, elegiste el último lugar, más bajo que nadie, para enseñar que a ti se te encuentra cuando se te llama y acoge, en cualquier situación concreta. Nada es ajeno a tu amor, tú estás en todas mis caídas, en todas mis debilidades, para hacerme de verdad una persona transformada en tu amor.  

Gracias por tu vida, gracias por tu tercera caída; me ayuda hasta pisando el barro, tragando el polvo en la arena y llegando hasta el final,  sin quedarme en la cuneta. Amén. 

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

18 de marzo de 2024

VIII Estación: Jesús encuentra a las mujeres

Nos habías dicho, Señor, que tú ibas a pasar por todas las calles de la amargura de la vida.  

Nos compadecimos al verte, tu presencia parecía ausencia, todo parecía que había terminado y sentimos el deseo de llorar.  

¿Cómo no llorar cuando tú nos dabas lástima y compasión?  

Pero tú nos dijiste que es mejor la solidaridad, el acompañar que lamentarse. Aprendamos tu lección: querías más amor, más generosidad en la entrega, más vida que palabras, más gestos que lamentos. Entonces caímos en la cuenta de lo que es el verdadero amor. Amén. 

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

17 de marzo de 2024

VII Estación: Jesús cae por segunda vez

Señor, desde nuestra debilidad gritamos a ti, caído, para ser fuertes en nuestra debilidad, amigo nuestro de todas nuestras horas bajas  

Tú, que eres amor, te entregas amando y caes por amor, haciéndote debilidad y pobreza.  

Tú caíste, Señor, en Belén, en nuestra tierra pobre, y caes siempre identificado con el que no puede más.  

Gracias, Señor por tu primera caída el hombre que ama hasta el final y se entrega pequeño y frágil como la eucaristía de cada día.  

Tan pocas fuerzas tienes, Señor, es tanto el peso que te abruma, pues no eres capaz de soportar el peso desgarrado de la cruz.  

Y caes una y mil veces por la vida en todos los que lloran en la noche,   en todos los que buscan un consuelo y no encuentran más que mil reproches.  

Tú eres el Señor de nuestra historia tejida de debilidades, hambrienta de un amor que nunca llega. Y tú sigues cayendo cada tarde. Tú eres la esperanza que tenemos los que caemos con facilidad, a veces no podemos más que decirte: perdona, Señor, nuestra iniquidad. Caer en la segunda y levantarse es querer amar hasta el final. Amén. 

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

16 de marzo de 2024

VI Estación: Jesús encuentra a la Verónica

Nos acercamos a ti con la fuerza esperanzadora de aquella mujer que salió, Señor, a tu encuentro. Te miró y se fascinó de ti.  

Ayúdanos a nosotros a dejarnos mirar, a sentir que tú sigues destrozado caminando por la vida. ¡Qué regalo de amor el tuyo, Señor!  

Tú, que hiciste imagen para ella grabada en un lienzo. Hoy sigues dejándonos tu imagen en aquellos que pasan por la vida como pobres sedientos y marginados.  

Que descubramos tu presencia en todos los hombres que se acercan  a nuestra vida, en la eucaristía, tu presencia en persona, donde te sigues dando tú mismo como amor.  

Queremos, Señor, ser Verónica, mujer fuerte capaz de acercarse a ti, y, conmovidos, perder el miedo, lanzándonos a enjugar tu rostro.  

Tú le regalaste tu figura; a nosotros, Señor, nos regalas tu cuerpo y sangre y, sin embargo, no acabamos de creer en tu amor.  

No acabamos de vencer nuestro miedo de siempre, cuando tú eres certeza de amor.  

En el camino de la cruz, Señor, mándanos verónicas, capaces de estar cerca de aquellos que sufren por la vida.  

Verónicas de cuerpo entero, que deseen amar hasta el extremo y hacer el ridículo, si es necesario, para seguir llevando un poco de amor. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

15 de marzo de 2024

V Estación: El cireneo ayuda a llevar a Jesús la cruz.

Te damos gracias, Señor, porque, dejándote ayudar, es como nos ayudas a nosotros en el camino de nuestra existencia. Te pedimos que todos los cireneos, que no se cansen nunca de arrimar el hombro, de echar una mano, de socorrer en el camino.  

Gracias por todos los cireneos que has puesto en el camino.

Gracias por todos los cireneos, aquellos que nos hacen la vida un poco más agradable. Señor, ayúdanos y se nuestro Cireneo en el camino de la cruz, para soportar nuestras noches y caminar hacia ti. 

Gracias por aquella sonrisa, por aquel gesto de amor, por todos los que hacen el bien, por las  personas anónimas y sencillas que ayudan como cireneos a llevar el peso de la cruz.  

Sabemos Señor, que aquel que se acercó a ti   y te ayudó, fue él mismo ayudado por tu bondad y tu amor porque tú eres el gran cireneo de la historia. Amén.  

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.